Fecha/Hora
Fecha(s) - 11/01/2018
8:00 pm - 9:30 pm
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El nombre del ciclo está inspirado en el título de un libro del cineasta Jonas Mekas, en el que narra su exilio durante la II Guerra Mundial hasta llegar a Estados Unidos.
Se impone un acercamiento a este fenómeno dado que estamos ante la mayor crisis migratoria desde la II Guerra Mundial. Las cifras actuales de personas que llegan a Europa huyendo de la guerra, la persecución o la pobreza en sus países son alarmantes y el estatismo de la Unión Europea y el incumplimiento de las cuotas para acoger refugiados por parte de los Estados miembros, también. A ello le unimos las muertes en el Mediterráneo intentando encontrar un mundo más amable.
Se define al emigrante como “alguien que abandona el lugar en el que vive para buscar una nueva vida en otro”. Ello no es nuevo pero la actual sociedad avanzada que suprime aranceles y fronteras, reordena las agrupaciones sociales por la ciencia y, de manera especial, ha creado una universalización por la misma incidencia de la tecnología, es cada vez más segregativa. La diferencia, cada vez más radical, entre pobres y ricos, norte y sur, cultura y barbarie, guerra y paz, hace que las migraciones adopten en la actualidad nuevas formas.¿Qué es actualmente la emigración? ¿Que conlleva, más allá de lo que podemos ver cada día en informativos y estadísticas? Comporta angustia, duelo, miedo a dejar lo conocido y adentrarse en una lengua y costumbres ajenas. Conlleva, en dos palabras, alienación y separación.
El problema actual es más el olvido y el desconocimiento, a veces por exceso y banalización, que las propias migraciones pues tanto en Europa como en España las hemos conocido muy de cerca en otras épocas. De alguna manera es necesario saber de aquello que nos separa de manera irreductible a los unos de los otros porque incluso la fraternidad conlleva segregación.
El problema de las migraciones no es nuevo, pero si las formas de desconocimiento que adopta en la sociedad global de la vigilancia y el miedo. El mismo hecho de no hacer nada, no querer saber o creer que otros harán, implica una ideología que esconde el miedo al otro, al extraño, al diferente, al emigrante. A veces se presenta como un higienismo, otras, las más, como la escasez de trabajo para los foráneos. En todo caso, haciendo una separación entre nosotros y otros, obviando, precisamente, lo éxtimo en nosotros mismos.
En una sociedad global en la que las fronteras son porosas, aparece el relieve de las singularidades radicales de cada uno. Es decir que, sobre el mismo territorio, viven masas de personas a las que nada une, que no tiene nada en común, que no se pueden colectivizar, que incluso, en ocasiones son enemigos. Una vez que esto se reconoce, es
decir, que el enemigo está en el interior, o aún más, que el modo de goce de cada uno es profundamente singular e inconciliable con el modo de goce de otro, tenemos más posibilidad de construir una sociedad un poco más pacífica, más honesta. En efecto, como lo decía Itzhak Rabin, es con el enemigo que se hace la paz.
Ello no exime que hemos de enfrentarnos también a lo real. Se trata de hacer distinciones entre los casos en que el miedo y el odio son discursivos y aquellos en que el otro no encuentra sustitución a su violencia. Cuando existe amenaza a la integridad de los cuerpos, ya no estamos en la zona del amor y el odio. Estamos un poco más allá y eso hay que combatirlo con todas las fuerzas que la democracia y la libertad tienen.
José Luis Chacón