La pandemia, por COVID-19, y especialmente el periodo de confinamiento, fue un tiempo de cierta reclusión y de refugio en el ámbito familiar, donde quedó suspendido o rebajado, para la infancia y la adolescencia, lo social y lo escolar; ámbitos fundamentales donde niños y adolescentes desempeñan funciones y responsabilidades sin el cobijo directo de lo familiar y donde puede presentificarse para el sujeto una mayor presión y exigencia del Otro.
Una vez que se fueron abriendo, tras el periodo de confinamiento, los ámbitos de lo social y lo escolar, empezaron a producirse ciertos efectos:
- Una parte de los niños y adolescentes mostraban escaso interés, o incluso rechazo, a salir del domicilio familiar, ocurriendo algo parecido con la vuelta al ámbito escolar.
- Un tiempo más tarde, algunos de ellos se negaban a quitarse la mascarilla una vez que dejó de ser necesaria.
¿Estaba ofreciendo el confinamiento en el domicilio familiar a los niños y adolescentes una “protección” más allá de la sanitaria frente al COVID-19?
¿Qué ocurrió, especialmente con los adolescentes, en la pospandemia en la USMI-J donde trabajo? En muy poco tiempo, a modo casi epidémico, nuestro Hospital de Día se llenó de adolescentes, en su mayoría chicas, que compartían una serie de características:
- Con frecuencia describían sus malestares como si los hubieran leído en un libro…o en internet.
- Esto era frecuentemente narrado sin el correlato de sufrimiento y angustia que habitualmente lo acompaña.
- Con frecuencia manifestaban presentar una determinada patología y demandaban recibir el correspondiente diagnóstico por parte del facultativo psicólogo o psiquiatra.
- Referían múltiples malestares (autolesiones y gestos autolíticos, depresión, ansiedad, problemas alimentarios, atencionales, insomnio, consumo de tóxicos, fenómenos sensoperceptivos, estados disociativos, alteraciones de conducta…)
- A menudo demandaban recibir tratamiento psicofarmacológico y hacían un uso excesivo de la medicación.
- Si se intentaba intervenir para mejorar un malestar del que se quejaban, resultaba difícil o directamente ineficaz la intervención o empezaban a referir un nuevo malestar.
- Con mucha frecuencia demandaban ser ingresados, como mínimo en régimen de Hospital de Día y, con frecuencia, en hospitalización completa.
En la USMI-J se comentaba que nuestros pacientes intentaban “asumir el rol de enfermo” o como decía una de las enfermeras de H. de Día: “Están todo el día; yo soy, yo soy, yo soy…”.
Mi impresión ante estos pacientes que llenaban nuestro Hospital de Día es que acudían a él como un refugio en el que buscaban fundamentalmente tras cosas: un lugar en el Otro, cuidados del Otro y una identidad avalada por el Otro.
Lacan diferenciaba nítidamente la dimensión del inconsciente del reconocimiento del yo: “El inconsciente escapa por completo al círculo de certidumbres mediante las cuales el hombre se reconoce como yo”. (1)
La identidad no es un concepto que pertenezca al campo del psicoanálisis porque “la existencia del inconsciente supone la negación de todo principio de identidad, y desvela que el yo es una ilusión que intenta negar el verdadero estatuto del sujeto, que no es otro que su división”. (2)
El yo, definido por Lacan como “sede de la ilusión” y “función de desconocimiento” (3), sin embargo, cree ser dueño de sus actos, de lo que dice, transparente para sí mismo y pretende hoy crearse a sí mismo, encarnando el ideal empresarial del self-made man. El culto al yo y al narcisismo en nuestra época promueve el empuje a lo identitario y cortocircuita el acceso a la dimensión del inconsciente para el sujeto actual. Lo identitario hoy intenta taponar la falta constitutiva del sujeto y el encuentro con la castración. Lo identitario constituye, entonces, un “refugio” para el adolescente actual frente a la intemperie de la división subjetiva y del vacío que la habita.
En la época de la posverdad y las fake news la palabra ha perdido su valor, lo simbólico su poder de orientación y el adolescente actual difícilmente se brindará a zambullirse en una experiencia de palabra donde poner en juego su pathos y su falta.
La fragilidad del lazo en nuestra época tampoco ayuda a que el adolescente tome el riesgo de depositar en el Otro algo de un valor agalmático, a que se establezca eso que llamamos transferencia. Malos tiempos para el amor (de transferencia). Malos tiempos para que el objeto tome cariz de perdido para un sujeto actual “nomofóbico” y adicto a sus gadgets de los que difícilmente tolera desprenderse.
Pero, ¿por qué el campo de la Salud Mental parece prestarse hoy a ser un lugar donde los adolescentes intentan resolver cuestiones que conciernen a lo identitario? Asistimos a un fenómeno presente en las redes sociales y en el discurso habitual de los adolescentes: “la romantización de las enfermedades mentales”. Series como Euphoria, películas como Joker o líneas de ropa de empresas de moda con slogans en las prendas como depression, suicidal tendencias o high anxiety me parecen muestras de una cercanía, del lado del goce, entre las nuevas generaciones y la experiencia del padecimiento mental. Se trataría, además, de un uso de los diagnósticos de Salud Mental como etiquetas prêt-à-porter con los que identificarse para adquirir una identidad en consonancia con la época.
El narcisismo se despliega hoy en el campo fundamentalmente de la imagen. La cuestión para un adolescente consistiría en colgar en las redes sociales una imagen de sí mismo lo suficientemente interesante para recibir likes. Estos likes avalarían esa imagen proyectada por el adolescente.
Cuando un adolescente acude a un psicólogo o a un psiquiatra afirmando, por ejemplo, que él tiene un TLP, no espera otra cosa del profesional que su like, su aval diagnóstico de esa nueva identidad proyectada en la red de Salud Mental. El uso que hace actualmente el adolescente de esta red reproduce el funcionamiento de las redes sociales.
Nos enfrentamos a un problema que sobrepasa, considerablemente, los estrechos límites de nuestras consultas, de la red de Salud Mental, del ámbito sanitario, educativo, familiar… En muchos de estos casos de adolescentes encontramos a todos estos ámbitos interviniendo…y todos, desbordados.
Vivimos en un mundo insostenible, no sólo financiera y ecológicamente; un mundo donde cada vez es más difícil vivir una vida humana de forma digna, y los adolescentes, con este modo de poner en juego su malestar, nos enfrentan a un problema que afecta al conjunto de nuestra civilización.
Notas:
- Lacan, J., El Seminario. Libro 2. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Paidós, Barcelona, 1983, pág. 18.
- López, R. El concepto de identidad desde la perspectiva psicoanalítica. https://www.nucep.com/publicaciones/
- Lacan, J., El Seminario. Libro 1. Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Barcelona, 1981, pág. 104.
* Intervención en el Encuentro Andaluz de la CdA-ELP «Entradas y salidas de la cura en psicoanálisis». 15 de Junio de 2024. Antequera