“Über «wilde» Psychoanalyse”, traducido por López-Ballestero como  “El psicoanálisis ‘silvestre’” es un artículo de Freud, breve pero significativo, publicado en 2010. En él trata de zanjar una polémica de la época que ejemplificaba el problema del interés por el psicoanálisis fuera del psicoanálisis, y el peligro de un manejo torpe e inadecuado de sus conceptos. Una paciente había acudido a Freud a partir de una interpretación psicoanalítica tosca e inoportuna de un joven médico, que manejando ciertas nociones rudimentarias sobre lo que el psicoanálisis proponía, pero sin un auténtico conocimiento de la teoría ni de la técnica psicoanalítica, se había permitido, citando a Freud, hacer un señalamiento sobre el origen sexual de su ansiedad. Dado que la ansiedad había surgido en la paciente tras separarse de su marido, el psicoanalista silvestre le había señalado que tenía tres alternativas para curarse: volver con el marido, sustituirlo por un amante o la masturbación. Freud advertía en el artículo de los riesgos que acarreaban para la credibilidad del psicoanálisis este tipo de intervenciones. Creo que esta problemática que Freud detectó en 1910 sigue vigente en 2023. El psicoanálisis sigue despertando vivas pasiones, la mayoría de las veces, debido a prejuicios y simplificaciones, más que a un acercamiento riguroso a su teoría y a su praxis. Sabemos que muchas veces produce un rechazo visceral que bien podría inscribirse en el registro del odio, pero otras muchas suscita un interés genuino y respetuoso por parte de profesionales ajenos al campo psicoanalítico, que querrían acercarse a la cosa freudiana, pero se sienten abrumados por una teoría extensa y compleja, que aún plantea cuestiones que suponen un desafío al sujeto contemporáneo, no menor a cuando Freud, camino de América para dar sus conferencias en la Clark University, aseguraba traer “la peste”. Es por eso que, en muchas ocasiones, ese interés no pasa de lo superficial, sin que se llegue a dar el paso de profundizar en el descubrimiento freudiano, su evolución y sus distintas lecturas.

Por mi lugar como médico psiquiatra en la institución, además de psicoanalista y socio de la sede de Málaga, tengo contacto tanto con jóvenes profesionales en formación en salud mental (psiquiatras, psicólogos, enfermeros y enfermeras) como con psicoanalistas experimentados, compañeros de la escuela, y a menudo me planteo cómo hacer de puente, cómo canalizar el genuino interés por el psicoanálisis que percibo en muchos de estos jóvenes profesionales, para que este se transforme en una transferencia de trabajo dentro de la escuela. ¿Qué hacer con esas primeras muestras de psicoanálisis “silvestre”, ese primer interés por el sujeto del inconsciente y sus manifestaciones, semilla quizá de un futuro analista, para que de ahí surja una auténtica experiencia analítica? ¿Y cómo hacer que algo del resto que cae en la experiencia del análisis se transforme en transferencia de trabajo, sin tomar una posición de tutela ni aplastar la valiosa singularidad que puede aportar el joven profesional, que se interesa por primera vez por la lectura de Freud, Lacan o Miller?

Conviene recordar que estos jóvenes profesionales se enfrentan en la clínica un real sin ley, en un institución que los ampara solo a veces y solo a medias (cuando no los fuerza salvajemente), y lo hacen parapetados bajo semblantes que se tambalean frente a eso que no cesa de no escribirse. El intento de suicidio, la psicosis sin punto de capitón o las neurosis graves con transferencia negativa son habituales en la práctica clínica institucional. Las teorías neurobiológicas o los magros esquemas cognitivo-conductuales quedan pronto dramáticamente desbordados por ese real que se presenta cada día en el síntoma del paciente. Es por eso que en muchos de estos jóvenes clínicos se despierta un deseo de otro saber, para abordar de otro modo ese malestar al que se enfrentan, que a su vez convoca un deseo de saber algo sobre el síntoma propio. Los aspectos contratransferenciales y la dificultad para operar con un Sujeto-supuesto-Saber que, al inicio de la práctica, es más bien una posición imposible, hará resonar el propio síntoma en el cuerpo, como lo éxtimo que se presenta de forma inesperada y estragante. Quedan empujados muchas veces a adoptar una de las tres posiciones que definió Freud: la inhibición (ser incapaz de decidir qué hacer con el paciente), el síntoma (leer el malestar del paciente siempre desde la identificación con el síntoma propio) o la angustia (sensación paralizante y signo de un goce fantasmático, con el que difícilmente se puede desarrollar un trabajo con el paciente). Las tres posiciones pueden llevar a un análisis, si encuentran a alguien que los sepa escuchar, acoger y orientar, y muchas veces así sucede. Sin embargo, aunque la experiencia analítica es el eje de nuestra práctica, no basta con hacer de un clínico un analizante. Hay que recordar las otras dos columnas que sostienen nuestra orientación: el control y el trabajo de escuela.

Volviendo al artículo de Freud, resulta sorprendente su reflexión final. Después de señalar con rigor crítico las múltiples razones del error del médico lego que actuó de psicoanalista silvestre, Freud señalará que, “a pesar de todo, el psicoanalítico silvestre hizo más a favor de su paciente que cualquier eminencia médica que le hubiera contado que padecía una neurosis vasomotora. Le obligó a enfrentarse más o menos aproximadamente con la verdadera base de su padecimiento”. Estoy con Freud en este punto. Es buena noticia que los clínicos en formación muestren interés por el psicoanálisis, e incorporen al menos algo de la escucha analítica en su práctica clínica. Una escucha que, por muy silvestre que sea aún, sigue siendo un más allá del fallido reduccionismo neurobiológico y sus excesos farmacológicos. Pero, como dice Miller en El banquete de los analistas, el análisis no se abrió camino mediante el postulado de lo enseñable a todo el mundo, sino de lo enseñable uno por uno. Estos jóvenes clínicos pueden ser los analistas del futuro si somos capaces de transmitir un deseo vivo por el psicoanálisis y su enseñanza. De esta forma, algunos de ellos podrán pasar del psicoanálisis silvestre a la experiencia del parlêtre bajo transferencia, y del trabajo en la transferencia a la transferencia de trabajo en la escuela.

Manuel Fernández Molinier

Socio de la sede de Málaga de la CdA-ELP

Intervención en el marco de las «Noches de Escuela en Andalucía» 30 de marzo de 2023

Noches de la Comunidad «Del psicoanálisis silvestre a la transferencia de trabajo» por Manuel Fernández Molinier
Etiquetado en: