Creo que estaremos todos de acuerdo en que son tiempos distintos. Son tiempos en los que los sujetos, sobre todo los más jóvenes, cada vez hablan menos, usan menos palabras, dan menos valor a la palabra y a la influencia que esta tiene en sus vidas, y en muchos casos (cada vez más y no hay indicios de que vaya a mejor) viven como en un estado de pasaje al acto continuo, un estado de búsqueda de satisfacción pulsional permanente, una demanda continua de soluciones instantáneas para sus “angustias”, las cuales pretenden exterminar a toda velocidad recurriendo a la farmacología o en muchos casos a las drogas ilegales. Todo ello bajo el amparo del paradigma neurocientífico actual.
Ante este contexto, ¿cómo entonces ser capaces de crear una relación transferencial hacia la Escuela y hacia el psicoanálisis? Si es la palabra el motor del psicoanálisis y en estos tiempos que corren cada vez se habla menos, o incluso lo que es aún peor, la palabra en todos sus sentidos posibles cada vez importa menos, ¿cómo hacer?
Veo una posibilidad y una necesidad el hecho de que el psicoanálisis salga más a la calle. Cuando hablo de salir a la calle me refiero a que quizás sea con la intervención directa como podamos también acercar la Escuela y generar deseo de Escuela entre los más jóvenes. También en los no tan jóvenes. Cuando un psicoanalista interviene, se nota. En estos tiempos que corren, en los que casi todo se reduce a genética y ciencia, lo cierto es que los sujetos claman por ser escuchados, pero ser escuchados no de cualquier forma. Escuchados en aquello de su singularidad, aquello que no es posible definir en un manual ni es solucionable con una simple cadena de tips, la escucha que es propia del psicoanálisis, y que apunta a la subjetividad singular de cada uno. Estos sujetos, quizás no lo saben, porque el psicoanálisis no es una opción generalizada y respaldada por las instituciones y en muchos casos ni lo contemplan como una opción, pero estos sujetos necesitan de esa escucha, sin duda, nosotros lo sabemos. Esa escucha, hace efectos, se nota, lo noto; cuando alguien es “bien escuchado” se abre la posibilidad de la transferencia.
Salir a la calle implica estar presentes en el arte, la política, también en los barrios, en las asociaciones, intervenir en el ámbito público, privado, y presentar el psicoanálisis desde una puesta en acto, de intervención, no sólo de palabra. El psicoanálisis en acto y su discurso pueden, desde una posición totalmente opuesta a los paradigmas neoliberales y cientificistas actuales, cautivar. Creo que es ahí precisamente donde puede hacerse notar, desde la subversión, y es desde ahí donde puede resultar atractivo para los jóvenes.
Pienso que llegar a los jóvenes, crear una transferencia de Escuela y de trabajo no puede ser algo dejado sólo del lado del deseo de estos o solo un deseo surgido a partir de un análisis propio. Lo pienso así principalmente porque son escasos los lugares donde el psicoanálisis tiene un espacio principal para poder dar cuenta de su discurso y su clínica, lugares donde pueda ofrecerse como alternativa y genere interés. Faltan lugares, los que hay son insuficientes para su difusión y expansión. Pienso que hoy en día, más que nunca, es necesario llevar el psicoanálisis a diferentes ámbitos para que poco a poco vaya generando ese deseo.
La formación psicoanalítica de orientación lacaniana y los espacios que para dicha formación contamos son un excelente lugar para acoger a todos los interesados en el psicoanálisis. La cuestión principal es que su lugar totalmente apartado del discurso neoliberal de esta época, lo hace a veces inaccesible, o mejor dicho, ininteligible.
Ininteligible en estos tiempos donde los sujetos leen menos, escuchan menos, hablan menos y el otro importa menos o nada. Digamos que la puerta de entrada al psicoanálisis es en algunos casos demasiado complicada de atravesar. Por supuesto no hablo de rebajar el nivel de complejidad, eso haría perder el rigor y lo colocaría en la senda de la psicología positiva, el coaching y la simple palabrería. Me refiero a que sin una transferencia ya establecida y sin un lugar visible desde donde operar en la sociedad actual el contacto con la Escuela y el deseo de esta es en muchos casos difícil. Pienso que es a través de la transferencia generada por la puesta en acto del psicoanálisis mismo, encarnado por los psicoanalistas en todos los ámbitos de la sociedad, como esa puerta de entrada puede volverse deseable de ser atravesada. Dicho de otra forma, pienso que poniendo en acto que otra forma de intervención, y sobre todo de escucha, es posible en la sociedad actual, se puede también generar una transferencia hacia la Escuela y el deseo de esta.
Francisco J. Ruiz
Socio de la sede de Sevilla de la CdA-ELP
Intervención en el marco de las «Noches de la Escuela en Andalucía» 30 de marzo de 2023