El yo estadístico, el yo neurológico y el narcisismo de masas

Jesús Ambel

Hablaba hace ya unos años Jacobo Muñoz de “la vida dañada” del sujeto contemporáneo porque él lo consideraba sometido a una doble aflicción: a una “lógica férrea de la identidad” y también a una “cosificación generalizada”. (1)

Para los lectores de Lacan esta interpretación del filósofo no es una novedad. Ya en los años cincuenta del siglo pasado Lacan hablaba de la “alienación del sujeto de la civilización científica” y de “las objetivaciones” en las que se perdía ese sujeto cuando se ponía a hablar de sí mismo.

Para el presente artículo he ido precisamente a buscar en aquellos años de ruptura epistemológica, la enseñanza de Lacan que haga de nuevo operativa la disimetría entre el sujeto del inconsciente y el yo, que considero que de nuevo nos vuelve a hacer falta hoy día tal y como están las cosas.

Por eso tiene todo su interés traer a colación a Mark Fisher y su “voluntarismo mágico”. Fisher nombra así la aspiración actual a pensar que podemos convertirnos en amos de nuestro propio destino. Fisher propone aprender del fracaso de esa empresa imposible. Para Fisher, esa lógica perversa nos incita a pensar que si nuestros desvelos cotidianos y nuestras expectativas no tienen éxito y no se cumplen, estamos formalmente invitados a considerar que las trabas nos las ponemos nosotros mismos. (2)

En esta misma línea, Christopher Lasch definía hace unos años la cultura del narcisismo como un “estilo de vida que lleva la lógica del individualismo al extremo de una guerra de todos contra todos y la búsqueda de la felicidad al punto muerto de la preocupación narcisista por el yo”. (3)

Muy recientemente, Agustín Fernández Mallo, hablaba de “un gran paso ontológico” con la reciente “creación de un nuevo tipo de ser con su correspondiente estar” que transforma “el yo individual en un yo estadístico”. Un yo estadístico que define como “la identidad de cada cual creada por el espejo estadístico del big data”. Esta interpretación le lleva a concluir que “la identidad como autoconstrucción, ya sea individual o colectiva, es una proyección delirante”. La identidad es, para el escritor gallego, “una alucinación del ego”. (4)

En paralelo, Anil Seth propone “una nueva ciencia de la conciencia”. Seth sostiene que “la conciencia es el producto del trabajo conjunto de miles de millones de neuronas que hacen que experimentemos la realidad y elaboremos en nuestra mente una interpretación del mundo que habitamos”. Para Seth, la esencia del yo es “un proceso biológico de profunda naturaleza corporal”. (5)

A este respecto, un reciente libro de Hervé Castanet actualiza los argumentos críticos sobre el paradigma neuropsy que es hegemónico en la clínica psiquiátrica y psicológica en España. Castanet hace comprender que la actual fascinación porque “los tormentos del deseo, las fijaciones de la repetición y el malestar en la civilización” bien pudieran ser resueltos dentro del cerebro no es un asunto científico, sino que es más bien un asunto ideológico. En su opinión, chocamos con una ideología totalitaria que identifica el ser con el cuerpo y borra por tanto al sujeto. (6)

No nos equivoquemos, borrar al sujeto, borrar el “guijarro humilde” (7) del sujeto es la prioridad, lo fundamental, lo imprescindible, lo importante a conseguir a toda costa.

En el año 2001, Jacques-Alain Miller, en las líneas brillantes que escribe para su contraportada dice que los Otros Escritosson el viático para arreglárnoslas con los síntomas desconocidos del mañana. En esas líneas, Miller ya vislumbraba ese mañana. Se refería a lo que entonces llamó “el acontecimiento del self-made-man” al que propuso llamar “LOM del siglo XXI”.

Mi opinión es que ese porvenir que Miller oteaba a comienzos del siglo XXI ya está aquí..

La alianza del capitalismo neoliberal y la tecnociencia, con el sujeto en el puesto de mando, lo que está ambicionando es que ese sujeto sea un individuo sin inconsciente. En la misma operación se le acopla la prótesis de un yo neuronal o un yo estadístico según convenga. Es una operación calculada y sostenida en el tiempo para crear y producir un nuevo tipo de sujeto, esta vez llamado “individuo”, al que se quiere autónomo, sin memoria, auténtico, transparente, cognitivo y gestor de su propia satisfacción.

Es un individuo sin inconsciente que navega en la balsa aparentemente tranquila del narcisismo de masas.

El término “narcisismo de masas” lo encontré en un volumen imprescindible de Clotilde Leguil.(9) en el que sostiene que la lógica del narcisismo de masas forma ya parte de nuestras costumbres.

Para Clotilde Leguil el narcisismo de masas va en paralelo con tres cargas de profundidad en la línea de flotación del sujeto del inconsciente: el totalitarismo delirante de la cantidad, la búsqueda de la identidad cerrada y por supuesto la negación de la historia.

Nada que ver este narcisismo, abunda Leguil, con el narcisismo de Freud y de Lacan que es un narcisismo que anticipa al sujeto. El narcisismo de masas no presagia al sujeto, es más bien el mayor de sus obstáculos. Es un narcisismo que ella caracteriza como “intenso” y que nos condena a relaciones especulares con los demás, a relaciones cerradas de permanente comparación para probar que existo, que amo y que soy reconocido. Es el narcisismo, según Leguil, que consiste en “darse a ver” y en el que “la mirada se mira antes incluso de ver algo” y en el que la ganancia de placer es “la mirada del otro cuando me devuelve mi propia imagen”. (10)

En estos tiempos de inflación del yo autoengendrado y autodeterminado, el sujeto encuentra ímprobas dificultades para emerger porque a más yo, menos sujeto; a más narcisismo, más angustia; a más angustia, más identidades postizas; a más identidades postizas, más odio por el sujeto. Y vuelta a empezar, hasta llegar a lo peor: la armadura imaginaria (el narcisismo de masas, el yo estadístico y el yo neuronal) nos proporciona una identidad, pero es una identidad que fatiga y apaga el soplo del deseo. (11)

Sabemos por la clínica que, sin nada de narcisismo, el cuerpo cae. Con el narcisismo de masas, lo que estamos observando es que lo que cae es el sujeto.

Si lo que cae es el sujeto, entonces la serie de sustituciones del sujeto por el individuo, por el yo estadístico o el yo neuronal no son operaciones profesionales ni están planteadas por y para especialistas en salud mental. Se trata, por el contrario, de una cuestión de primer orden político, ético y clínico.

Pienso que ante este panorama hay que volver a los fundamentos del sujeto. En mi opinión se trata, como dice Clotilde Leguil, de no consentir y de combatir este nuevo intento de naturalización ideológica del sujeto del inconsciente. (12)

El actual éxito de la construcción de un individuo sin inconsciente con su yo en blanco y negro nos obliga a elegir. Si elegimos al sujeto del inconsciente elegimos a un sujeto en eclipse, pero en colores. Si elegimos al sujeto, es para no desaparecer en el big data. Si elegimos el sujeto del inconsciente no tendremos que agarrarnos al clavo ardiendo de una identidad cerrada y definitiva. Si elegimos el sujeto del inconsciente nos comprometemos a hacer compatible la singularidad con lo común, teniendo la certidumbre de que, como sujetos, existimos desde el momento en el que lo elegimos. (13)

NOTAS

(1) Muñoz, J., Figuras del desasosiego moderno. Encrucijadas filosóficas de nuestro tiempo. Machado, 2002.

(2) Fisher, M., Realismo capitalista. ¿no hay alternativa?, Caja Negra, 2016.

(3) Lasch, C., La cultura del narcisismo. La vida en una era de expectativas decrecientes. Capitán Swing, 2023.

(4) Fernández Mallo, A., La forma de la multitud (capitalismo, religión, identidad), Galaxia Gutemberg, 2023.

(5) Seth, A., La creación del yo. Una nueva ciencia de la conciencia., Editorial Sexto Piso, 2023.

(6) Castanet, H., Neurología versus psicoanálisis, Grama- Navarin, 2022.

(7) Leguill, C., “Je” une traversée des identités, PUF, 2018, p. 13.

(8) Ibid., p. 118

(9) Ibid., p. 116

(10) Ibid., p. 104

(11) Ibid., p.197

(12) Ibid., p. 195

(13) Ibid., p. 26

El yo estadístico, el yo neurológico y el narcisismo de masas. Por Jesús Ambel
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