La vista de la estrella polar no dice nunca al pescador dónde tiene que dirigirse;
pero éste no podrá orientarse en la noche si no sabe reconocerla
Simone Weil
Pregunta a Eugenio Díaz:
El trabajo en red, tal como lo propone J. R. Ubieto, organiza y vectoriza el trabajo alrededor de un vacío de saber en relación a un caso. Esto supone la asunción, por parte de todos los profesionales y servicios que intervienen en ese trabajo, de estar en falta, de un no-saber, en relación al caso. Además, la ubicación en el centro del Trabajo en red de lo que no se deja tratar del caso, hace probable la emergencia de la angustia en profesionales no orientados por el psicoanálisis y que probablemente no han pasado por la experiencia del análisis. ¿Cómo hacer soportable para otros intervinientes en el Trabajo en red, no orientados por el discurso analítico, el trabajo con lo intratable del caso, con lo real, sin disponer del recurso a la experiencia y al saber del psicoanálisis?
Respuesta
Coordinación éxtima de una experiencia de trabajo en red o cómo hacer para que el deseo de encontrarse no desfallezca.
Coordino extimamente una experiencia de trabajo en red (en Cornellà de Llobregat) que se orienta en la construcción del caso. Entiendo -así lo trasmito en cada ocasión en acto- que construir un caso es dar pie a la aparición de su lógica, y a la valorización de lo más particular del sujeto, en la medida que es eso, de modo sintomático, lo que le permitirá hacer un lazo social allí donde apenas estaba.
Se trata de una conversación abierta entre variados intervinientes en funciones y servicios. Abierta quiere decir, lo más desjerarquizada posible del ejercicio del saber, y lo más desprovista posible de juicios, (incluidos prejuicios o pronósticos), siempre segregadores, mortificantes también, de cualquier deseo. Ahora bien, no olvidar que el deseo no es puro, que siendo excéntrico en si mismo tiene un vínculo inalienable al goce, tiene consecuencias en la conversación posible entre intervinientes y en un nuevo modo de conversar de estos con los usuarios, pacientes, etc.
Mi función, que trato de ejercerla al modo del más Uno de un cartel, consiste en garantizar que en cada nueva reunión el deseo de saber sobre el caso circule, más allá del empuje a terapeutizar, a educar como forma de control, o hacer el bien con sus sádicas vueltas. Y que lo insoportable de lo que no va, que inevitablemente toca los mandatos e ideales de cada uno, no impida –no siendo a veces más que eso-, un encuentro más para seguir conversando.
Cada una de mis actuaciones -escuchar el pedido de demanda para que el caso participe en la red, favorecer la mirada sobre un pequeño detalle ahí donde lo que se lee es del lado de la repetición impotentizante, con respuesta agresiva, buscar el consentimiento de lo escrito en el acta sobre los acuerdos, o convocar un nuevo encuentro- se orientan en que la lógica problema-solución no lo invada todo, poniendo en el centro un interrogante, que bajo transferencia, tiene efectos de pacificación primero y de deseo después.
Así, por ejemplo, en un caso de una adolescente de 15 años -grave por lo radical de su desinterés por los estudios y por lo devastador de sus actos interpretados como violentos- aceptar por el trabajo en red, que en la propuesta de un pacto para ir de colonias, ella pudiera incluir algunas condiciones y modificar otras, produjo no sólo un nuevo y sorprendente comportamiento más social, también el descubrimiento, con el consecuente relanzamiento del deseo por parte de los profesores y otros, de su excelente manejo en el cuidado de los más pequeños y así una posible salida a la pura repetición.
Pregunta a Vilma Coccoz
La «práctica entre varios» puede entenderse como un recurso del discurso analítico al que acudir a partir de las exigencias clínicas del caso mismo. ¿Qué exigencias clínicas hacen de la «práctica entre varios» el recurso psicoanalítico más adecuado a un caso?
Respuesta
La práctica entre varios no es una técnica, ni un método, ni evidentemente un protocolo de actuación que pudiera aplicarse en determinados casos. Es un modo de funcionamiento institucional regido por las exigencias del discurso analítico.
Su invención tiene nombre propio. Fue Antonio Di Ciaccia quien en los años 70, y tomando en cuenta los impasses de la terapéutica con niños autistas y psicóticos, elaboró algo completamente nuevo. Vivía entonces en Bélgica, donde le fue encomendada por una institución vinculada a la Iglesia la formación de un equipo para el tratamiento de varios niños en estado muy grave que ya habían pasado por otras experiencias terapéuticas sin haber obtenido ningún beneficio claro para su situación.
Comenzaron a trabajar con ellos según los cánones habituales, intentando interesarles en distintas actividades, sin obtener una respuesta muy halagüeña. Pero un día la contingencia favoreció una revelación esencial. El equipo llegó tarde al encuentro previsto con los niños a causa de un atasco; contra todo pronóstico, los niños estaban sentados en corro esperándoles. Antonio Di Ciaccia captó algo de gran trascendencia: estos niños responden a la ausencia, no a la presencia!!! Además, él ya había detectado que en las instituciones de tipo “interdisciplinar” los niños contaban las cosas más importantes, sus cuestiones más íntimas a las personas encargadas de ayudarles con la limpieza, o en el momento de ir a dormir, o hablaban con las cocineras. No se las dirigían a los adultos terapeutas como supuestos destinatarios en las horas de previstas para sus tratamientos.
Entonces Di Ciaccia pergeñó un modo de funcionamiento colectivo que tiene como eje central la protección de la ausencia de las demandas en las intervenciones en favor de la creación de una atmósfera de deseo (“tan vital como el aire”) y que, a diferencia de las instituciones creadas a partir del discurso del amo, no tiene un funcionamiento tipo al que los residentes deben adaptarse sino que, partiendo de la consideración de la institución como discurso, como hábitat simbólico, surge como respuesta al síntoma singular y por lo tanto, los adultos han de ponerse al servicio de una acción que propicia dicha respuesta. A cada uno su institución, siguiendo el axioma del psicoanálisis, del tratamiento uno por uno.
Aunque los miembros del equipo cuenten con una sólida formación universitaria, sus títulos no importan en el marco de la institución, todos (menos uno, el responsable terapéutico) tienen el mismo “rango” dado que su tarea se rige por una ética: sostener el trabajo subjetivo frente a lo real -que el niño ha iniciado a solas-, brindándole los apoyos necesarios para que pueda incluirse en un lazo con los demás. En este sentido, las reuniones de equipo no se destinan a resolver cuestiones burocráticas sino a hablar de los niños, y cada uno toma la palabra en nombre propio, destacando los hallazgos y dificultades que ha podido encontrar: a partir de una enunciación singular, adviene la elaboración colectiva. El responsable terapéutico es una excepción requerida por la lógica de esta práctica, en la medida en su función debe asegurar de forma constante que el lugar del Otro permanece barrado, clave para la circulación del deseo de los intervinientes en su intercambio con los niños.
Así fue creada L’Antenne 110; más tarde Alexander Stevens fundó Le Courtil, también en Bélgica. Enseguida se unió Nonette, bajo la dirección de Jean-Robert Rabanel… A través de los años muchas instituciones europeas han incorporado esta lógica a su trabajo. Cada cual según su estilo, pero con un rigor clínico admirable, plasmado en publicaciones regulares y jornadas, constituyen un auténtico faro clínico en el Campo Freudiano.
Esta práctica ha modificado notablemente el modo en que trabajo en mi consulta, teniendo en cuenta que el psicótico y el autista se benefician de la multiplicación de los destinatarios, y por esa razón ellos mismos contribuyen a crear institución para de este modo evitar los riesgos de la exclusividad en la transferencia. Siempre intento componer un dispositivo de red destinado a salvaguardar la subjetividad, con el fin de formar lo que Zenoni ha llamado una institución invisible contagiando a los padres, tutores, maestros, acompañantes, en Otra manera de trabajar (1) a partir del discurso analítico.
(1) Alusión al subtítulo del libro La práctica lacaniana en instituciones.: Otra manera de trabajar con jóvenes y niños. Grama. Buenos Aires. 2013
Pregunta a Julio González
Lacan nos decía en El triunfo de la religión que «el psicoanálisis es un síntoma»; por otro lado, el movimiento actual, en la lógica del discurso capitalista, empuja a la productividad, a hacer que todo funcione, a poder ser sin parar, en un intento por anular todo aquello que obstaculiza el funcionamiento non-stop. Entonces, los lugares «alfa», en el seno de diversas instituciones, pueden ser sentidos precisamente como síntomas que obstaculizan el imperativo de la productividad non-stop. Si esta lógica está bien fundada, asistiremos a intentos por parte de la institución para anular efectivamente los lugares «alfa» en su seno. ¿Qué estrategia y qué respuesta posible del psicoanálisis ante esta dificultad de los lugares «alfa» en su inserción en una institución regida por un discurso distinto del psicoanalítico?
Respuesta
Tomando como referencia el escrito de Lacan La dirección de la cura… diría que nuestra estrategia radica en la transferencia, en la posibilidad de generar efectos de transferencia, y no de sugestión, que los practicantes del psicoanálisis tenemos en el seno de las instituciones regidas por el discurso del amo contemporáneo; instituciones en las que podemos encontrarnos insertos a título de psicólogos, médicos, trabajadores sociales, etc. ¿Cómo orientarnos en ello?
Podemos partir de la consideración acerca de lo que es un lugar alfa. Tomo como referencia la conferencia “Hacia PIPOL IV” de J.A. Miller: “Un lugar alfa es un lugar de respuesta, un lugar en el que el parloteo toma forma de pregunta y la pregunta misma gira hacia la respuesta”[i], es decir, un lugar que se orienta por una pragmática del síntoma en tanto que da cuenta de un fracaso, de lo que no va, y que se apoya en el uso de la palabra y sus efectos.
Una pragmática, por lo tanto, que al estar orientada por lo real del síntoma permite reinventar y recuperar una “práctica de la vida”[ii] frente a las actuales prácticas de segregación y exclusión social.
Como señaló J.D. Matet[iii] recientemente, en Madrid, se trata de ubicarnos como representantes de la posibilidad de la palabra, palabra que surge en relación a un imposible, que circunscribe un indecible, y que tiene efectos de goce.
Respetar este lugar permite generar un nuevo lazo, en el que el practicante podrá convertirse en partenaire del sujeto, colaborar en la elaboración de nuevos arreglos, suplencias, y empalmes con el goce. Es decir, obtener una clínica bajo transferencia, y no bajo sugestión. En esto, las invenciones son múltiples.
Es cierto que como practicantes insertos en instituciones no orientadas por el psicoanálisis, emplazadas por el amo moderno de la evaluación y los protocolos universalizantes, nos encontramos con dificultades a la hora de llevar esto a cabo. En este punto, entiendo que no hay una respuesta universal, un lo que el psicoanálisis tiene que hacer. Más bien se trata de que lo que como practicantes podemos hacer para dejar abierta la puerta al acto analítico. Se trata, pues, de la necesidad del propio análisis, del control y la formación analítica.
[i] Miller, J.A.; “Hacia PIPOL IV”, en http://ea.eol.org.ar/04/es/template.asp?lecturas_online/textos/miller_hacia_pipol4.html
[ii] Guattari, F.; en http://lesilencequiparle.unblog.fr/2009/12/15/entretien-avec-felix-guattari/
[iii] “Un lugar en el que la palabra es posible”. Matet, J.D. “Hacer existir la transferencia, a pesar del “fuera de discurso”, en http://fcpol.org/20-ia-jornada-fcpol-textos-2/
Pregunta a Margarita Mantilla
El trabajo en red, tal como lo propone J. R. Ubieto, organiza y vectoriza el trabajo alrededor de un vacío de saber en relación a un caso. Esto supone la asunción, por parte de todos los profesionales y servicios que intervienen en ese trabajo, de estar en falta, de un no-saber, en relación al caso. Además, la ubicación en el centro del Trabajo en red de lo que no se deja tratar del caso, hace probable la emergencia de la angustia en profesionales no orientados por el psicoanálisis y que probablemente no han pasado por la experiencia del análisis. ¿Cómo hacer soportable para otros intervinientes en el Trabajo en red, no orientados por el discurso analítico, el trabajo con lo intratable del caso, con lo real, sin disponer del recurso a la experiencia y al saber del psicoanálisis?
Respuesta
Responderé a la pregunta desde mi experiencia en la administración de asuntos sociales. Mi tarea institucional es coordinar el programa de tratamiento a familias en la provincia de Málaga (ETF). Este encargo ha resultado una oportunidad para hablar, y cuando se dan las condiciones de posibilidad, conversar, con profesionales de atención a la infancia. Estos espacios de palabra, sostenidos los últimos 15 años, partieron de una oferta más allá de lo institucional: darnos un tiempo y un lugar para reflexionar antes de tomar decisiones cruciales para las vidas de los niños y de sus padres, como la propuesta de desamparo. El nombre de estas conversaciones es singular, para algunos son supervisiones, para otros coordinaciones y otros siguen enunciándolo como comisiones. En estos años hemos construido otros lugares: comisiones con otros equipos del área de la atención a la infancia, jornadas encuentro para todos los ETF de la provincia que versan sobre análisis de casos o cuestiones teóricas, espacios de formación psicoanalítica para profesionales de ETF. Estas son nuestras respuestas a la pregunta planteada, nuestros inventos para alojar lo insoportable del encuentro con la miseria, entendida como exceso de goce según palabras de Jorge Alemán, y hallar una maniobra posible.
Cuando se trabaja en estas encrucijadas lo lógico es que emerja la impotencia por no poder responder a la demanda imposible, con manifestaciones a veces muy sutiles en las decisiones y en las posiciones subjetivas de los profesionales.
El intento es siempre introducir el malentendido, no comprender, devolver interrogantes donde los profesionales demandan respuestas, dar lugar al sin sentido, tomar nota de sus actos. Intentar, sin garantías, que el discurso psicoanalítico colonice un lugar simbólico. Todo ello molesta las respuestas fantasmáticas de los profesionales y requiere lugares donde alojar la angustia, son los lugares que hemos ido inventando. Reconocer la implicación subjetiva más allá del encargo institucional, dar un lugar no sólo al no saber, sino también al saber que los profesionales y los equipos van construyendo, invitarles a tomar la palabra…, les permite emprender su propio recorrido, su estilo de maniobra ante lo insoportable. Para todo ello es necesaria la presencia de alguien en posición de analista, a quien su propio deseo, le lleve a investigar fisuras del discurso del amo, posibilidades de arañar lugares donde el sujeto del inconsciente encuentre cobijo, aprovechar contingencias a favor del sujeto.
Bibliografía:
Jorge Alemán (2016): “Horizontes neoliberales en la subjetividad”, Buenos Aires: Grama ediciones.
José Ramón Ubieto(2009): “El trabajo en red, usos posibles en Educación, Salud Mental y Servicios Sociales”, Barcelona: Gedisa.
José Ramón Ubieto (2012): “La construcción del caso en el trabajo en red, teoría y práctica”, Barcelona:UOC.
Pregunta a Jacinto Ruiz del Portal
El trabajo en red, tal como lo propone J. R. Ubieto, organiza y vectoriza el trabajo alrededor de un vacío de saber en relación a un caso. Esto supone la asunción, por parte de todos los profesionales y servicios que intervienen en ese trabajo, de estar en falta, de un no-saber, en relación al caso. Además, la ubicación en el centro del Trabajo en red de lo que no se deja tratar del caso, hace probable la emergencia de la angustia en profesionales no orientados por el psicoanálisis y que probablemente no han pasado por la experiencia del análisis. ¿Cómo hacer soportable para otros intervinientes en el Trabajo en red, no orientados por el discurso analítico, el trabajo con lo intratable del caso, con lo real, sin disponer del recurso a la experiencia y al saber del psicoanálisis?
Respuesta
La gran mayoría de los profesionales de educación, salud mental o servicios sociales que realizan su trabajo en red no están orientados por el psicoanálisis y aún menos han pasado por la experiencia de un análisis.
Partiendo de esta realidad, ante la enorme complejidad que puede entrañar el caso a tratar, el profesional implicado puede responder con angustia, la cual puede manifestarse de dos maneras principalmente; la primera sería la inacción, como respuesta a la impotencia de no saber cómo hacer con el real en juego del caso; la segunda sería la impulsividad, bien como respuesta a una cierta urgencia subjetiva, bien como índice de una posible posición de omnipotencia por parte del profesional implicado, que obvia la importancia de tener en cuenta al otro (verdadero agente de su vida) y su responsabilidad subjetiva.
Sea de una u otra forma, Jose R. Ubieto nos propone varias formas de tratar ese malestar, formas encaminadas a darse un tiempo lógico, no cronológico, que permita comprender la complejidad del caso, hacerse preguntas, antes de concluir, actuar, tomar decisiones.
Para ello, existen recursos que los psicoanalistas conocemos bien pero que por fuera de nuestra práctica, escasean, sobre todo por el exceso de trabajo y la urgencia imperativa de resolver. Estos recursos pueden ser la supervisión del caso, la formación permanente, el análisis del caso o los foros de discusión entre otros. Como bien afirma Ubieto, ninguno de estos recursos eliminará el síntoma, pero si podrá ofrecer la posibilidad de transformar esa angustia en algo más productivo. De hecho, respecto a esta cuestión, yo añadiría que, aunque como bien señala la pregunta, el trabajo en red implica la asunción de estar en falta, y eso precisamente puede precipitar la angustia ante la emergencia de lo real, al mismo tiempo, colocarse del lado de no saber, supone participar de un trabajo ente varios, es decir, un trabajo donde se comparten dudas, reflexiones y diferentes saberes, lo cual en sí mismo permite la posibilidad de calmar la angustia individual del profesional.
En todo caso, Ubieto nos avisa que se hace necesario salvaguardarse de identificarse con el ideal de completud que tanto promueve el discurso del amo en el campo educativo y psicosocial, y que tan sugestivo puede resultar. Por la precariedad que suele acompañar a los sujetos con los que trabajamos, si no se está advertido, se puede caer en el error de aspirar a una normalización, que obture respuestas más parciales, menos absolutas, pero que en la mayoría de los casos son las que permiten un mayor grado de operatividad.