La inflación del yo y el narcisismo de masas

En la actualidad, asistimos a una época en la que hay una inflación del yo y un borramiento de todo lo que tiene que ver con lo subjetivo, con el sujeto. Se trata de una época de individualismo feroz y narcisismo de masas. Hace falta algo de narcisismo para que pueda existir deseo en la vida, el problema es que hay un exceso de narcisismo en este momento y además está difundido, facilitado por la ideología de la época.

En palabras de Enric Juliana, estamos en un proceloso siglo XXI, un siglo de aceleración máxima del tiempo histórico, de nuevas inseguridades en el que se eclipsa el concepto de realidad. El ajuste o no ajuste a la realidad tiene que ver con la locura, con la clínica de la psicosis. Estamos en un momento en el que se duda, se vacila entre estar en el delirio o en la realidad.

Siguiendo las tesis de Clotilde Leguil, el narcisismo de esta época se despliega en el terreno de la mirada, es una mirada que se mira incluso antes de ver algo. Necesitamos mostrar a los demás lo que hacemos, lo que vemos, al mismo tiempo que lo hacemos y lo vemos. Nos encontramos ante un narcisismo de masas intenso y la proliferación de los selfies nos muestra que asistimos a una mutación, una nueva manera de ser y de relacionarnos, que tiene que ver con los valores éticos colectivos y con la política actual.

Lo que se busca con los selfies, con el narcisismo de masas es una identidad. Para la autora, este narcisismo es una respuesta a la excesiva cuantificación (cuantofrenia) de la época actual. Hay que cuantificar todo y lo cualitativo queda al margen, se le expulsa.

Para Freud y Lacan, el narcisismo era un esbozo del sujeto. Era un narcisismo fundador de la relación de cada uno con su vida, su cuerpo, su imagen. Pero ahora, al masificarse, se convierte en un obstáculo para todo eso, porque este nuevo narcisismo obliga a relacionarse con los demás como si estuviéramos en un espejo, siempre comparándonos, a la búsqueda de pruebas de nuestra existencia, de imágenes para demostrar que existimos. Y esto tiene el peligro de hacer de la imagen de uno un ser.

Para el psicoanálisis, las distintas maneras de sufrir son distintas maneras de buscar lo perdido. No es lo mismo buscarlo desde el deseo y desde la posición de sujeto que desde el narcisismo.

Un selfie es un intento de encontrar tu ser y de hacerlo reconocer por los demás.

Este narcisismo de masas viene acompañado por:

  • La negación de la historia y la memoria. Es por esto que en este momento los duelos son tan difíciles y se requiere la formación de grupos para abordarlos desde salud mental o servicios sociales, se trata de lo que algunos autores han planteado: vivimos en un presente congelado por los selfies. Cualquier historia es siempre una historia de logros y pérdidas, pero en la actualidad todo tiene que ser un éxito y la pérdida se ve como algo espantoso.
  • Las pasiones de odio. Aquí entra en juego el narcisismo de las pequeñas diferencias. Se trata del narcisismo que deja entrar la pulsión de muerte. Este narcisismo, a día de hoy, forma parte de nuestras costumbres.

Se trata de mostrar a los demás que estoy bien, feliz, que soy auténtico y transparente. Todo lo que tiene que ver con el narcisismo se convierte en una cárcel dorada. Es una armadura narcisista. Nos da una “identidad” pero apaga el soplo del deseo. En este momento mirar y ser mirado no tiene límites, y sin límites no hay deseo.

Diversas autoras hablan del yo en la época actual: afirman que la vida pesa (Yayo Herrero), que estamos juntos en lo abstracto y desvinculados en lo concreto (Marina Garcés).

Según Jacobo Muñoz estamos viviendo una vida dañada por:

  1. La lógica férrea de buscar una identidad (individual, grupal, de autonomía, regional, etc).
  2. La cosificación generalizada (no solo de las mujeres). Nos sentimos utilizados

Mark Fisher nos habla del realismo capitalista y dice que somos como voluntarios mágicos, que tenemos una magia en nuestra voluntad que nos hace pensar que podemos convertirnos en amos de nuestro propio destino. Si no conseguimos éxito, estamos invitados a pensar que se debe a que las trabas nos las ponemos nosotros mismos. A lo que Belén Gopegui añade que la autoayuda enseña a competir sin pararse a ver lo justo y lo injusto y describe un cuadro clínico nuevo llamado “la desesperación silenciosa leve”.

Cristopher Lasch, en “La cultura del narcisismo” refiere que el estilo de vida actual está presidido por la lógica del individualismo, al extremo de la guerra del todos contra todos, y a la búsqueda de la felicidad en un punto muerto: la preocupación narcisista por el yo.

Agustín Fdez Mallo nos habla de una mutación del ser hacia una manera nueva para transformar el yo individual en un yo estadístico: un yo construido de datos, la identidad de cada uno creada por el espejo estadístico de la Big Data. Se trata de una alucinación, algo delirante.

Anil Seth nos habla de la creación de una nueva ciencia de la conciencia. Nos habla del yo neurológico. La conciencia es el producto del trabajo de las neuronas y es lo que crea la realidad y nuestra interpretación del mundo. A lo que Marta Carmona y Javier Padilla responden que en una sociedad cuyo padecimiento actual es de desesperanza, cansancio, falta de expectativas, estrés, dificultad para emparejar edad cronológica con proyecto vital y en dónde las estructuras sociales del bienestar se están destruyendo. Cuando no podemos cambiar las condiciones de vida que acompañan el sufrimiento mental, los sujetos están formalmente invitados a pensar que su sufrimiento es biológico, genético y que, por tanto, tienen derecho a una paga.

Eudald Espluga hace un retrato de los jóvenes como una generación fatigada, que no cree en nada, una generación del nihilismo, pendientes de gozar al máximo de la vida, narcisista, desleal y tecnodependiente.

Lacan decía, en el año 53, que el yo es la enfermedad mental del ser humano. Esta idea de Lacan hace eco en la actualidad.

El sujeto del inconsciente como alternativa al yo y al narcisismo de masas.

El sujeto del inconsciente no es el sujeto de la voluntad, del libre albedrío ni el sujeto masivo de la filosofía. Se trata de un sujeto que no se sabe a sí mismo y que no está de entrada, porque justamente una de las cosas para las que sirve el psicoanálisis es para que el sujeto pueda advenir, para que pueda establecer una nueva relación con las palabras que lo han mortificado durante toda su vida y con los modos de satisfacción que esas palabras implicaban.

Un psicoanálisis permite salir de la prisión del narcisismo. Cuando uno habla a un analista no se siente ya un individuo, un yo autónomo porque se advierte que las palabras de uno vienen del otro, que no decimos lo que queremos, que decimos lo que otros quieren que digamos, que hay algo, no todo, del decir del otro que está en nosotros. Se acude a terapia porque algo en nuestra existencia nos da miedo, porque hay un conflicto, porque hay contradicciones y no sabemos descifrarlas nosotros solos y entonces necesitamos de otro. Por eso, desde la entrada dejamos de ser el individuo creído que pensábamos ser y nos damos otras posibilidades. Un análisis cambia la relación con el otro. Es mejor una relación al otro que deje sitio al deseo, en lugar de seguir haciendo caso a las obligaciones y sacrificios del superyó contemporáneo.

Cuando hay inflación del yo, el sujeto tiene dificultades para emerger y las personas se refugian en el yo estadístico, informático, neurológico, etc.

La tesis de Clotilde Leguil es: a más yo menos sujeto, a más narcisismo más angustia, a más angustia más identidades postizas, a más identidades postizas más odio por todo lo que tenga que ver con el sujeto.

El sujeto para el psicoanálisis no es un yo, es un otro que habla a partir de mis propias palabras (Allí dónde Descartes decía “yo pienso”, Freud responde “eso habla”). Ese otro que habla en internet, es anónimo. El otro que habla en mi sueño, en mi síntoma, tiene que ver con mi singularidad, singularidad que no va sin estar articulada con lo común. Leguil propone hoy día, volver a los fundamentos del sujeto para evitar que nos quedemos con el yo. Ese sujeto se puede encontrar en un psicoanálisis, pero también en las experiencias de amor y en la creación artística.

Hay que apostar por el sujeto porque desde el momento en el que uno es consciente de su condición de sujeto del inconsciente por venir, eso ya lo hace existir. En estos momentos resistir a la inflación del yo y al narcisismo de masas es una de las cuestiones en las que el psicoanálisis tiene mucho que aportar, junto al resto de las disciplinas de pensamiento crítico.

Reseña de Candela Carrascal sobre la conferencia «No seas tú mismo. ¿Para qué sirve el psicoanálisis?» Impartida por Jesús Ambel el pasado 2 de febrero en La Corrala de Santiago. Granada.

Reseña de conferencia: No seas tú mismo. ¿Para qué sirve el psicoanálisis?
Etiquetado en: